“No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho” (Aristóteles)
Para comprender por qué un niño tarda el triple que sus compañeros en realizar los deberes, debemos conocer sus antecedentes familiares (su carga genética), su programación prenatal, perinatal y postnatal. Debemos evaluar y conocer sus habilidades de desarrollo: como las habilidades motoras y sensoriales (con especial atención a la visión, la audición y la propiocepción) y como se encuentra el proceso de lateralización. También se evalúan las habilidades del comportamiento, del lenguaje y del pensamiento (a nivel perceptivo y cognitivo)… para tener un enfoque global y conocer las barreras e interferencias en su aprendizaje.
Todas estas pruebas están estandarizadas, para conocer el nivel madurativo de cada niño en las distintas áreas, y así tratar de manera personalizada aquellas que estén bloqueando el desarrollo del niño. Al realizar una nueva organización neurológica provocaremos un cambio importante en su rendimiento, comportamiento y autoestima.
La mayoría de nuestros pacientes son niños con grandes potenciales, pero con dificultades para desarrollarlos.
Imaginemos un fórmula 1 donde el conductor es el cerebro y cada uno de los mecánicos son las 40 habilidades relacionadas con el aprendizaje. Cada mecánico (habilidad), es importante para un aprendizaje eficaz y para poder llegar a la meta. Con que falle una sola habilidad, el coche (el niño) sufrirá en la carrera, y podrá quedarse en el camino.