Mis vecinos son dos reconocidos oftalmólogos, y cuando le detectaron un problema de vista a mi hijo, les pregunté si podían ayudarme.
Me preguntaron que cual era el problema que le vieron. Les trasmití que tenía un ojo con miopía de dos dioptrías y media y en el otro no tiene nada y que en el cole iba con retraso.
Me comentaron que debía llevarle a un centro especializado en visión infantil, que realizaran adaptaciones de lentes de contacto en niños, y trataran los problemas de aprendizaje.
Me dijeron que uno de sus hijos repitió curso, y lo llevaron por referencias a Centro Visual y del Desarrollo. Que serían la mejor ayuda para mi hijo ya que tienen un especialista en cada área de las que necesitaba. Efectivamente así fue.
El especialista en lentes de contacto especiales trató su ojo miope con unas lentes con las que duerme por la noche para controlar su miopía, y se las quitan durante el día. Una vez controlada su miopía y sus problemas visuales, trataron sus problemas de rendimiento académico.
Les estaré eternamente agradecida a mis vecinos, y por supuesto a los profesionales que trataron a Pablo.
CASO 1: Pablo
CASO 2: Emilio
A mi hijo Emilio le diagnosticaron ojo vago en los dos ojos, justo al cumplir cuatro años.
El director de Centro Visual y del Desarrollo siempre me decía: “cuando vi su comportamiento en la revisión del colegio, no habría necesitado ni evaluarlo, ya sabía cual sería el resultado de las pruebas”.
La parte más sencilla fue recuperar su pérdida de vista, pero Emilio tenía problemas atencionales, se equivocaba o cambiaba el orden de las letras, tenía problemas de equilibrio y control motor. También le costaba permanecer sentado y tener una postura correcta.
Tras varios meses de trabajo, mi hijo, que no tenía las armas para afrontar su aprendizaje, hoy ya las tiene. A veces le digo: Emilio, cuando te encuentres a tu profe del año pasado, lee para ella un párrafo, para que vea como lees ahora.
CASO 3: María
A mi nieta María le notaba extraña cuando le llevaba al cole. Se lo comenté a mi hijo, y me dijo que era cosa de niños, que no me preocupara.
Un día en el parque se acerco a mí un hombre y me preguntó si era mi nieta. Me dijo que su desarrollo motor era de una niña de tres años, aunque tuviera nueve. Me dio una tarjeta, y me comentó que se la llevara, que estaría encantado de poder ayudarla.
Al decírselo a mi hijo, me dijo que no pasaba nada, que hay niños más patosos y otros más ágiles.
Como no me quedé tranquila, un día sin que se enteraran sus padres, pedí cita y la llevé para que la reconocieran. Efectivamente, se movía como una niña de 3 ó 4 años.
En ese momento, María se echo a llorar y dijo: “abuela, en el cole se ríen de mí.”
Hablé con mi hijo de nuevo y por fin aceptó que la trataran. Creo que el éxito con María fue debido a tres razones fundamentales: Se nota que los profesionales de Centro Visual y del Desarrollo aman su trabajo, trataron a María como si fuera su propia hija y los ejercicios de la rehabilitación eran realizados como juegos, por lo que María disfrutaba al mismo tiempo que solucionaba su problema de inmadurez motora.
Cuando mi hijo vio los cambios me dijo: “muchas gracias mamá por abrirme los ojos. Y pensar que pude ser uno de esos padres que se conforman y no luchan por ayudar a sus hijos”.